Fábula
Hace ya muchísimo tiempo que vivió una pequeña oruguita en un enorme árbol de samán, que estaba en un patio de una casa, en un pueblito ubicado a los pies de una imponente montaña.
La oruguita veía
poco, pero tenía visión. Solía caminar extraño, pero con firmeza. Pero ella, por su paso tosco recibía constantes burlas. Las burlas eran incesantes, a pesar de esto la oruguita no perdía la paz,
porque tenía la certeza de que algo inmenso formaba parte de su interior.
Un día,
recorriendo las gramitas que se encontraban al borde del camino para trepar lentísimamente
sobre un árbol, un comején con alas se le acercó volando para burlarse de ella, sin
embargo, la oruguita la ignoró y siguió subiendo poquito a poco. Pasó por su
lado una avispa quien había abandonado su panal para formar uno aparte y le
intentaba picar, pero ella seguía luchando por lograr su objetivo, llegar a un lugar adecuado para crear su crisálida y crecer.
Al cabo de intensas horas de ataques por parte de la avispa, la oruguita al ya saberse sola comenzó a crear su crisálida, pero fue interrumpida por una abeja reina que merodeaba el lugar, quien, fijando su mirada y sonriendo le dijo:
— Pronto harás evidente ese don maravilloso que guardas en tu interior.
Se marchó y en eso se acercaron la avispa y el comején para importunar a la oruguita.
Tanto la avispa como el comején se quedaron alrededor de la crisálida. Pasaron uno, tres y hasta siete días, la avispa iba creando su panal al lado del capullo en que estaba encerrada la oruguita, llegando otras avispas pendientes para poder atacar a la oruga. Mientras que el comején iba y venía todos los días para seguir criticándola por su ceguera y fealdad.
La crisálida que protegía la evolución de la
oruguita se iba quebrando paulatinamente, no así su interior, la coraza se iba transparentando. De a poquito, con
calma, la oruguita seguía creciendo. De su fortaleza dependía la seguridad que se encontraba
en su interior.
Las
otras criaturas del jardín estaban a la expectativa del cambio que veían en el
exterior y recordaban todas las burlas expresadas contra aquella oruguita casi
ciega que se desplazaban anclando primero sus patas traseras y luego
extendiéndose para lograr trasladarse, estas se mofaban en altavoz, tanto por
su cuerpo como por lo tosca de sus acciones. Sin embargo, a lo interno de la
crisálida la oruga meditaba en que no podía rendirse, que debía aguantar el
dolor y que las burlas venían de individuos que ni la conocían ni la valoraban.
Al
llegar el decimotercer día la oruguita comenzó a escuchar el exterior y sintió
que alguien se acercaba. El comején, quien desde siempre se mofaba de la
apariencia de la oruga, se colocó al lado de la coraza y vociferó:
— Si esa infeliz solía ser horrenda, ahora es que su
fealdad se va a incrementar, al pasar tantos días sin ver la luz. Seres como
ella no deberían existir.
La avispa
que esperaba a que saliera la oruga se le acercó y le susurró:
— Decían los mayores que vivían en mi antiguo panal, que
eso es una coraza que las protege. Parece que su miedo es mayor que su deseo de
libertad.
— No, no las protege a ellas, nos defiende a nosotros de ver lo
horripilante que ella es. — Inquirió el comején.
La
oruguita sintió un gran valor y le ardió en su corazón el deseo de que le
salieran alas. Los cambios en su interior eran dolorosos, ya se sentía libre,
se sabía mariposa, tenía la certeza de que un cambio inmenso se estaba
gestando en su ser.
Al
llegar el décimo quinto día la misma abeja reina que se maravilló al verla, se dirigió al lugar donde estaba la crisálida. Esta se había apartado de su colmena
para distraerse un momento de las responsabilidades de su mandato, viendo a lo
lejos la crisálida y se acercó. Observó a la avispa y le dijo:
— Prima, ¿estás esperando a que salga ese ser maravilloso?
El comején
que estaba atento siempre a las conversaciones de los demás dijo:
— Hay un horrible ser ahí dentro, ¿cómo se le ocurre decir
que va a salir un ser maravilloso?
— Cuando nos fijamos solo en las apariencias y no
apreciamos lo que hay en el interior, no somos capaces de observar la verdadera belleza.
Expresó la reina.
En ese
instante la crisálida se rompió. De la larva salieron unas inmensas y hermosas
alas color mamey con negras y la oruguita se convirtió en mariposa.
La
avispa la vio y le dijo:
— Sigues siendo débil. Solo que ahora puedes volar.
Pero la
mariposa la ignoró. El comején al ver el espectáculo de belleza soltó una
carcajada y dijo:
— Sigues siendo un horrible gusano con alas, que ve poco y
no puede caminar bien.
Pero la
mariposa la ignoró. Se acercó a la abeja reina y le dijo:
— Su majestad, gracias por creer que en el interior de esa
larva había algo maravilloso.
A lo
que la abeja reina contestó:
— Siempre se debe aspirar a
ver hacia adentro. Lo sé por experiencia propia. En nuestros panales lo
más dulce y valioso se desarrolla internamente. En las flores hay mucha belleza
por fuera, pero lo que da vida es lo que se encuentra en el interior. En ti, querida
amiga, pese a que eras una oruga que no veías bien, tenías visión. A tu tosco
andar le nacieron alas, a tu apariencia le brotó belleza, pero todo eso, estaba
en ti desde el principio, en tu firmeza, en tu alegría en tu deseo de crecer,
en tu anhelo de libertad.
La mariposa miró finalmente al comején y a la avispa y
sonriendo les dijo:
— Avispa, tu violencia no me hace violento. Comején, tu opinión
no me define. Yo soy lo que tengo en mi interior y la manera en que deseo
permanecer en esa belleza, procurando siempre que esa paz siga influyendo en mí a pesar de ya salir de la crisálida
que me protegió y me ayudó a forjar mi apariencia.
Fin.
Hermosa reflexión me siento muy identificada!!!! Gracias por compartirlo!!!!
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tu comentario, un honor. ¡Qué bueno es que te has sentido identificada. Muchas veces nos encontramos personas que solo son capaces de visualizar la vida desde su perspectiva o su propia opinión, pero como hizo la oruguita, no podemos permitir que esas cosas influyan en nosotros.
EliminarTremenda fábula Juan Pablo, muy inspiradora. Debemos creer en nosotros mismos, estar seguros de lo que somos y queremos y caminar en pos de ello. Que Dios te siga guiando para ser luz e inspirar a los demás.
ResponderEliminarMuchísimas gracias mi estimado Jaime. Así es, la fe en nosotros mismos es determinante para el crecimiento personal. Que el Señor lo siga bendiciendo. Un fuerte abrazo.
Eliminar